Como le querían sacar la neta, en vez de llevarlo a que la soltara a tehuacanazos, lo llevaron (a huevo) con la señorita Laura… ¡Y que paaaase el desgraciaooooo!
– A ver-le dice encabronada -díganos ¿Qué ha pasado?
– Pues vera, señorita Lauuuura, yo estaba sentado al fondo del camión cuando el desgraciao chilango, con todo y su playerita del América, se sentó junto a la bella señorita, la más guapa del pueblo, y….
-¿Y qué? ¿Y qué?
-Pues el malvado chilango le hizo proposiciones deshonestas.
– ¿Qué fue lo que le propuso?
– Le ofreció mil pesos y pagar la habitación del hotel- Todos los argüenderos del público gritaron ¡Ahhhhhhh!
-Sí señorita Laura, obviamente, la señorita se sacó de pedo.
-En mi programa no se dicen groserías, pelado…
-Ah, bueno, entonces no se lo sacó, pero apestaba… El caso es que la chavita se sacó de onda
– Claro, me imagino.
– Pero ese chilango asqueroso no le paró allí. Como la señorita no le hizo caso, el muy ladino le ofreció frente a los demás pasajeros dos mil pesos por tirársela, como tampoco aceptó, le ofreció tres mil en caliente.
-¡Ohhhhh!- Exclamó la audiencia indignada…
– Y ¿Qué hizo la bella joven?
– Nada… sólo lo miraba asustada y desconfiada, sin responderle, pero el maldito libertino llegó a ofrecerle 10 mil pesos. Y todo esto gritándolo, para que todos en el camión oyéramos. Entonces me levanté…
– Ya veo- contestó la señorita Laura -¿Y qué hizo usted?
– Mire señorita, yo soy un hombre de paz, cualquiera que me conozca sabe que no ando en pleitos, no tomo, no fumo, soy trabajador y duermo a mis horas. Pero lo que no puedo soportar es que llegue un chilango o cualquier pelado y nomás por traer lana venga al pueblo a decirle esas cosas a nuestras vecinas, así que me levanté y decirle una palabra le pegué un tiro en la frente.
Se oye un cuchicheo de aprobación de la audiencia del fino programa.
– Pero bueno… entiendo, había que defender a las mujeres, pero… ¿Matarlo? ¿No fue demasiado? Total, el muerto no le había hecho a usted nada.
– ¿Qué no me había hecho nada ? Pero bueno, ¡Es que no puede ser! Señorita Laura, no podemos consentir que un chilango mamón suba los precios de esa manera ¡Luego tenemos que seguir pagándolos los demás!
Creo que la única manera de abolir efectivamente la prostitución es cambiar las condiciones que la provocan. Estoy segura de que nunca me habría atrevido a debutar de puta si no hubiera existido una necesidad que me obligara a hacerlo, pero ahora que lo soy, veo con preocupación que en algunos medios se tome tan a la ligera la discusión sobre el tema.
El grave problema de la prostitución en nuestros tiempos, es el relacionado con el abuso y la explotación de niñas, niños y adultos. Gente que es abusada, que es explotada, que es obligada a coger por dinero y a quienes se les roba vida, esperanza e inocencia.
La bronca es que mucha gente ve a la prostitución como un problema moral. Así lo hagas por una decisión consciente y razonada, así lo sepas manejar de modo que lo asumes como un trabajo, hay gente que, en el mejor de los casos te victimiza y trata de redimirte, o en el peor, criminaliza tu actividad. El asunto empeora cuando esa es la posición de la autoridad. Cuando alguien desde el poder decide que vender sexo está mal o que es electoralmente conveniente así sostenerlo y se inician redadas o campañas para criminalizar nuestra actividad.
Una característica de la modernidad es que cada vez se van reconociendo más derechos relacionados con las prácticas sexuales de la gente. Ya en muchos lados el cambio de sexo se puede oficializar en documentos, ya en nuestro país se reconoce el matrimonio homosexual y sus derechos familiares, se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de género, pero es importante sacar de entre las preocupaciones relacionadas con la prostitución, el componente moral, donde no se nos vea a todas ni como víctimas ni como delincuentes. En vez de juzgar, es hora de reconocer plenamente el trabajo sexual, hacerlo significa más dignidad para nosotras, atacar las redes de abusadores, y mucha más seguridad física y de salud para nuestros clientes y para las prostitutas.
En fin, como he dicho, un tema polémico del cual nadie tiene la última palabra. Mejor dejemos de ponernos serios ¿Verdad?
Un beso
Pregunta Mariana: ¿Qué se siente compartir el lugar de trabajo con Lidya Cacho, que es una mujer que trata de impedir la prostitución y tú das la imagen de que la vida de las prostitutas es súper wow, cuando en realidad no es así en la mayoría de las veces? Quien te lea puede pensar que la vida las prostitutas es de lo mejor, y Lidya Cacho da una versión más real de lo que pasa en el 90% de las veces. ¿Tú qué opinas?
1) SACAMUCHE… ¡VOLVISTE! YUPI, YUPI…
2) Mariana, compartir con Lydia Cacho la tinta del mismo periódico es un honor. Colaborar con El Gráfico, y en consecuencia con el Universal, es un gusto enorme qué no sé si merezco pero disfruto mucho. A Lydia Cacho la respeto porque para investigar y documentar los temas que trata hay que tener muchísima inteligencia y unos grandes ovarios muy bien plantados.
No sé si Lidya Cacho pretenda impedir la prostitución o más bien denunciar la explotación sexual. No es lo mismo. La prostitución es un fenómeno social que existe y existirá, entre más se fortalezca que nosotras la ejerzamos libre y responsablemente, menos intermediarios se beneficiarán del comercio de nuestros cuerpos. Es un tema muy controvertido del que nadie tiene la verdad absoluta, pero los países más progresistas tienen leyes que atacan a las redes criminales, regulando el oficio. Igual quede más clara mi opinión con esto que escribí hace algún tiempo en mi columna:
«A veces me pregunto si tendré algo descompuesto en la sesera como para pasarla tan bien con perfectos desconocidos (a veces no tan perfectos y, con el tiempo y la reincidencia, tampoco tan desconocidos). El caso es que a veces pienso que debería sentir al menos culpa o un poquito de vergüenza, pero no, simplemente me siento de maravilla.
Y es que cuando reviso los manuales de supervivencia femenina o los prontuarios de consejos que libros, revistas y panfletos de moda nos dan para abrirnos paso en un mundo primordialmente masculino, me convenzo de que simplemente soy una mujer moderna y segura, que disfruta su sexualidad y sabe sacarle provecho.
He de admitirlo, las prostitutas la pasamos bien. Desde luego no hablo por todas, me ha tocado conocer chavitas que viven entre la explotación y la tortura. Niñas en tacones que tienen que pasar horas entre una banqueta y los resortes destemplados de un colchón maltrecho, de hombres agresivos y hoteles miserables, de dolor, de abuso. Sé que hay millones de historias de terror en el oficio al que me dedico, historias de mujeres tristes a las que respeto mucho, pero con quienes no me identifico.
Para mí, trabajar en esto ha sido otra cosa. Sin explotadores ni padrotes, sin ir con nadie a la fuerza ni ser obligada a hacer algo que no quiero. Me manejo en un nivel equilibrado, en el que tirarme a un cliente resulte bueno para los dos. Yo me voy bien pagada y él se queda bien cogido, sin injusticias, abusos ni remordimientos. Desde luego hay malos ratos y anécdotas más escalofriantes que un invitado de Laura en América (Y que paaaase el desgraciaoooo), pero son cosas manejables que, después de vivirlas, se convierten en pretextos para reír o en cosas para contarle a este diario.
Por eso me gusta escribir, desahogarme y describir aquí lo que hago, con la pimienta y el picante de un relato erótico, pero sin llegar a la vulgaridad de contar a qué les olía ni dónde me salpicaron. Creo que hablando de sexo, siempre es más estimulante lo que se va dejando a la imaginación«.
Quién sabe qué es esto que llamamos México. No sé si un mapa, una historia, su gente, sus tradiciones, sus símbolos, lo que sé es que no es toda su mierda, ni lo mal que lo tienen quienes lo manejan. No sé si en verdad estemos celebrando el ser independientes, no sé si lo seamos o si algún país lo sea en estos tiempos, no sé si llevemos 200 años libres o no, lo que sé es que siempre hay algo que festejar, porque la nuestra es una tierra generosa donde, así vivas de coger con clientes o de pegar ladrillos, así seas profesionista o campesino, empresario u obrero, siempre encontramos pretextos para pensar que todo estará bien…
Preparémonos para el ¡VIVA MÉXICO!
Publicado el martes 10 de junio de 2010 en El Gráfico
Si la mujer en promedio coge, si bien le va, unas tres veces por semana, esto significa que en un añito, se empaca unos 6,318 metros de pene, o lo que es lo mismo, más de 6 kilómetros de riata.
Conclusiones: