Seguramente mi prima y muchas otras mujeres con la misma dignidad y audacia hacen exactamente lo mismo que yo, me dieron valor para abrir un blog y comenzar a escribir aquí, claro que, siguiendo consejos de quien ya ha recorrido este camino, entiendo que participar de esta manera con la gente es un modo de presentarme y acercarme a quienes les interese conocerme, pero conforme lo vas haciendo y te enfrentas a la necesidad de buscar algo qué decir (y me lo advirtieron) te vas dando cuenta de que también es una forma muy padre de ir descargando congojas y satisfacciones. Llega el momento en el que sientes a la computadora como diván y los foros como confesores.
Lo mejor viene conforme vas conociendo foristas y descubres a las personas que están detrás de los nicks chistosos y de los comentarios irónicos, divertidos, profundos, serios… esos con quienes has intercambiado palabras, risas e ideas en las últimas semanas.
Ayer conocí a un caballero; un chavo divertido, interesante, muy tierno y fanático del mismo equipo que mi prima (yo no soy futbolera, pero si lo fuera, seguramente el América no sería mi hit). Me sorprendió con uno de esos detalles innecesarios que, salen sobrando cuando el encuentro lleva un billete de por medio, pero que, como mujer, te ganan y te hacen sentir que aún en estos trotes hay quienes saben cómo hacernos sentir todas unas damas. Eso se agradece.
Recibí su arreglo hermoso, me emocioné, nos conocimos, platicamos de la vida, de nuestros gustos, del foro, hicimos el amor… Hasta ahora, que empecé a trabajar así y a participar aquí, me empieza a pasar que ya conozco un poquito de las personas que me voy echando al plato… es tan distinto, tan alegre cuando pasa así, no sé, como que tiene un saborcito diferente al de los encuentros a los que estaba acostumbrada con gente que nunca había visto ni oído nombrar y que, probablemente no volveré a ver.
Fue padrísimo conocer piel a piel a un noble caballero águila. Creo que me estoy haciendo adicta a esto.
La cita fue a medio día en el Villas Patriotismo. El cliente fue un caballero con aspecto serio, buena onda y de trato amable. Todo empezó muy bien, besitos por aquí, caricias por allá, fajecín, toqueteos, risas. El asunto comenzó a complicarse cuando, en medio de los arrimones y por debajo de su pantalón, un bulto descomunal empezó a cobrar vida. -No será para tanto- pensé, y seguimos en el calentamiento previo. Me quitó el vestido… le desabotoné la camisa… me besó los senos… le desabotoné el pantalón… me besó los labios… le toqué el bulto y… ¡No mames!
¡Lo tenía de no manches! Me habría gustado ver mi cara al encontrarme de frente con esa cosa. O sea, imagino que hice bizcos y di un brinquito para atrás. De pronto me sentí como en una película de Godzilla, con ganas de salir corriendo despavorida. Mira que he visto infinidad de pirrines, pero a estas alturas no creí que todavía hubiera uno capaz de impresionarme, pero esa cosa… ¡Ay mamá! Eso no era un pito, era una pinche anaconda amaestrada, hasta creí que me iba morder.
-Lo siento corazón… qué pena, mira que chiquita soy… esa cosa no me entra ni encomendándome a todos los santos…
O sea, de veras que traté. La agarré con mis dos manitas, una sobre la otra, y todavía así sobaban un buen de centímetros, digo, en buena onda, alquilo minutos para ponerme a coger, no para jugar beisbol. Ese muchachote no quería sexo, quería empalarme. Traté, pero primero el condón le quedaba visiblemente chico, el oral aunque lo intentara hasta que me vinieran arcadas, no llegaba ni a la mitad y ya me lloraban los ojitos. Habría dejado que intentara otra cosa, quizá untándome una pipa de lubricante, pero la verdad es que me habría roto o mínimo discapacitado para toda la semana…
-Mejor te hago chocolatito ¿sí?-Le dije apurada y con toda la pena del mundo
Se soltó a reír. Obviamente no era la primera vez que alguien se declaraba incompetente para la tercera pierna que a ese hombre le colgaba. Al final se portó súper lindo y encontramos el modo de que disfrutara sin tener que partir en dos a una jovencita cordial y trabajadora. Eso sí, en verdad nunca había visto una cosa de ese tamaño.
Me encantan los finales felices.
¿Te gustó?
¿En qué posición disfrutas más del sexo?
¿Importa el tamaño?
¿Te has enamorado de algún cliente? y, sobre todo,
¿Cómo comenzaste en este rollo?
Parece que los comienzos son siempre importantes, se ven como momentos que nos marcan o que significan un antes y un después, esto en mi giro mercantil, se gana en buena medida la curiosidad de los clientes, pero no sólo en el rollo de lo anecdótico, creo más bien que cuando alguien me pregunta cómo comencé, lo que realmente quiere saber es el porqué me metí en esto. Y es que el “cómo” es muy sencillo, entras por primera vez a una habitación con un hombre que no es ni tu cuate, te quitas los calzones, te pones la sonrisa y… flojita y cooperando. No hay otra forma de que eso suceda por primera vez, que simplemente sucediendo. No sé si en algunos casos dé cruda moral, pero yo me la curé con las aspirinas de la paga recibida.
En el “por qué” es donde está la diferencia y, obvio, el secreto que define la forma en que trazamos nuestros caminos. Comencé a trabajar hace varios años, no voy a decir que soy una debutante o que estoy iniciándome en el sexo servicio. Soy joven, pero empecé bastante más chavita. Al principio trabajé en una casa de citas muy mona y con buena paga, después, anunciándome en divas. Tiene sus ventajas y sus desventajas esto de ser mi propia jefa, principalmente porque no hay mochada. Ciertamente, ponerme a trabajar en esto fue una opción de entre muchas, pero cuando sucedió, la verdad es que me parecía mi única alternativa. Estaba bien jodida, pero cuando digo bien jodida, quiero decir que cargaba con una deuda de meses en el pago de mi renta, no tenía ni una bolsa de frijoles en la alacena ni unos cuantos pesos en la bolsa para, digamos, subirme a un puto microbús y ahorrarme una caminada. Pasaba realmente por una época desesperada.
Crecí en casa de una tía, pero a los quince años me desafané de allí y busqué rajármela yo sola. Trabajé en muchas cosas donde quitarse la ropa no es parte del contrato, viví un chorro de aventuras antes de decidirme a olvidar las ideas preconcebidas de la virtud y otras necedades poco prácticas y salir de apuros con la generosa ayuda de aquellos que quisieran intercambiar su quincena por una buena terapia de besitos, arrumacos y pasión.
Una parienta muy cercana, prima mía, estaba trabajando desde entonces en este ambiente y, aunque no lo hablé con ella, sabía que le estaba yendo bien y salía adelante haciendo esto, así que, al ver su ejemplo, comencé a preguntarme si seguir sus pasos podría ser la decisión más sensata para mi paz espiritual, pero no lo hice, no me atrevía, como no me atrevo ahora a balconear mi rostro en internet chambeando acá de mujercita fácil. Así que, aunque lo pensé, no lo intenté en ese momento, pero fue cuando más desesperada estaba por las deudas que, sin que yo fuera por él, el negocio me encontró a mí.
Buscaba un trabajo normal en el aviso oportuno cuando encontré un anuncio en el que solicitaban señoritas con buena presencia para un trabajo de oficina bien pagado, de esos que no puedes creer de lo maravilloso que se veía. Fui a la dirección anunciada en el periódico y ¡Zaz! Una cosa bien extraña. Era una casa, con poco aspecto de oficina, donde me entrevistó una señora con cara de buena gente. Era una casa de citas. Mi primer impulso fue dar media vuelta e irme a la chingada o a llorar en algún lugar más privado, pero la señora me convenció de, al menos, escuchar las condiciones del trabajo. Era tanto el dinero ofrecido, en comparación con lo quebradas de mis finanzas, que no pude, aunque quise, despreciarlo. Me habría sentido una tonta poco práctica si decía que no a lo que para mí era tanta lana por un rato en la cama de quien sabe quién. Para ese momento debía todo lo que tenía y además tenía muy poco (porque ya mucho había perdido). El siguiente paso era la calle, así que como lo último que me quedaba era el pudor, allí se lo vendí a buen precio a la señora con modales de hada madrina que, a cambio de apapachar a su distinguida clientela, me enseñó un camino rápido y seguro para salir de apuraciones.
En poco tiempo, con el buen pago que ganaba por cada acostón, las cuentas fueron saldándose. Le agarré bien la onda al negocio y comencé a aclientarme. Pronto, quien un día fue una mujer quebrada y desesperada comenzaba a convertirse en una niña solvente, con dinerito de sobra. Empecé a hacerme de cositas y a consentirme un poco. Renté un buen depa, lo amueblé bonito, me metí a estudiar. Acabé la prepa y ahora estoy estudiando en la Universidad, todo pagado con mi trabajo. Gracias a esa decisión, he conocido a gente súper interesante y he pasado momentos padrísimos en las habitaciones de los hoteles donde convivo con personas que no quieren sino compartir un rato de sus ganas, de su deseo, de su soledad o de su tiempo. También, claro, he pasado tragos amargos, clientes difíciles, remordimientos, dudas, pero a la hora de pasarlo todo por la balanza, son más los motivos para estar contenta. He dado muchos besos, atendido a muchos hombres, puesto infinidad de condones, abrazado gran cantidad de espaldas, sudado muchísimas sábanas, acompañado muchas soledades y vivido una vida con muchísima sal y pimienta. He aprendido que la juventud, el cuerpo y la vida toda son un préstamo que debemos disfrutar e ir exprimiéndole todo lo bueno que puede darte. Francamente estoy muy feliz de ser quien soy y orgullosa del resultado de mi esfuerzo. La vida no te escoge, cada quien trazamos nuestros caminos. ¿Por qué me metí a esto? Fácil: Porque la necesidad se junto con la oportunidad, digamos que una buena dosis de habilidad en la cama, escasez en la bolsa y moral distraída hizo de mí la mujer que ahora escribe.
Una de las cosas que me ha sido difícil es cuidar que esta parte de mi vida, la de la chava que trabaja en este rollo, no se mezcle con la otra parte, la de la persona común y corriente que, para su círculo cercano de amigos y familiares, se gana la vida sin necesidad de bajarse los chones. No es que tenga una bronca existencial con lo que hago ni mucho menos. Creo que no daño a nadie con mi trabajo y, por el contrario, conozco gente a la que le regalo un buen recuerdo, sin embargo, cuido esta parte de mi intimidad porque a veces esta es la mejor manera de cuidar de las personas que quiero y de que los prejuicios no nos alcancen, por eso cubro mi rostro en las fotos y cuido en lo posible mi vida privada.
Actualmente estoy estudiando una carrera universitaria. Le he echado muchas ganas para salir adelante y estar orgullosa de mí y de lo que hago, incluyendo esta parte de conocer gente interesante y pasar con ellos ratos divertidos, cómodos, sensuales y ricos de los que siempre me llevo experiencias padres. Me gusta mi vida y también la forma en la que he hecho frente a mis necesidades y cómo de cada cosa, se va aprendiendo.
Cuando comencé a trabajar no tenía reputa idea sobre cómo funcionaba este rollo. Hoy el tema es mi mero mole. Sé lo importante que es para un cliente una cita con cualquiera de nosotras y la ilusión que pone en que lo que pague cumpla con lo que él espera y, con ese conocimiento, trato de esmerarme en que se vayan con la sonrisa bien puesta. Me encanta tener el chance en este tipo de espacios para dar mi humilde opinión sobre mi experiencia personal de ser escort. Ahora sí que, contar las cosas a nivel de cancha. Me gusta escribir aquí como me lo recomendaron, pero más me está gustando que después de leerme, me digan cosas tan lindas. Pero bueno, hay tantas cosas que decir y tanto tiempo para contarlas, que ahí poco a poco…