Queridos amigos:
«Querida Lulu»
Le escribo este mensaje atrapado entre la admiración de su blog/su columna en el Grafico y la incertidumbre (por no decir el temor) de lo que sus palabras/blog/columna provocan.
No. No me refiero a la temática, al estilo. al género o al tono. Lo que me preocupa son dos cosas distintas: La primera (y reconozco que esta no es completamente su culpa) es la ausencia de un cuestionamiento profundo y critico acerca de la ‘veracidad’ o el ‘carácter ficticio’ de sus palabras. Y no es que dude (o quiera dudar) de sus palabras, pero me parece sumamente inocente el no mantener una posición escéptica. Especialmente cuando su presencia (por lo menos para la mayoría de nosotros) ha sido completamente virtual (sin importar cuantas fotos haya publicado en su perfil. El uso del internet nos ha enseñado que nunca podemos estar seguros de quien esta tras el teclado).»
Y si el escepticismo personal no es suficiente, el hecho de que casos como el suyo hayan sucedido en otros países (tal como ocurrió en Inglaterra con Brooke Magnanti) hacen su columna especialmente sospechosa.
Y se preguntara usted, porque estoy tan empeñado en cuestionar su ‘veracidad’. Y antes de responder a esto debo confesar que sus palabras me fascinan ya que, me parece, ayudan a formular una defensa de la sexualidad y personalidad femeninas. El decir, ‘me gusta el sexo’ y ‘yo soy la dueña de mi cuerpo’ en un país como México esta es una victoria que no debe ser menospreciada.
Sin embargo (y aquí es donde mi temor se encuentra) no estoy seguro que los hombres en México puedan apreciar esta defensa. Cierto, en sus columnas usted habla de hombres que son capaces de entender (de amar?) dentro de los limites que usted les marca. Sin embargo, dentro de mi experiencia, los hombres en México parecen entender, pero no paran de abusar, de golpear y de asesinar a las mujeres que se apartan del orden marcado por el ‘hombre que manda’.
Y ese es mi problema. Al intentar negar su carácter ficticio y probar su ‘veracidad’ (publicando fotos, y comunicándose a través de Twitter y Facebook) la ambivalencia se ha perdido. En su ausencia, su presencia se ha convertido en un objeto que de alguna manera justifica el extrapolar el mismo trato a todo el género femenino.
Lulú, la fortaleza de su columna radicaba en su habilidad de posicionarse como sujeto y no como objeto (y de ejercitar, desde la primera persona, su sexualidad y erotismo).Poco me importaría el que quiera usted ahora posicionarse como puro objeto, si no fuera porque una gran parte de sus lectores masculinos actúan en consecuencia, y su columna les sirve como justificación para entenderse a ellos mismos y a la sociedad en la que viven.Y en un tiempo tan crítico como en el que México vive, la manera en que nos vemos, retratamos, y tratamos los unos a las otros; me parece de especial importancia.